No tengo carnet de conducir así que todos los viajes de SrPerro, durante ahora algo más de siete años, los he hecho en tren o en coche compartido. Cuando adopté a Tía, como era demasiado pila de nervios para ir en un transportín durante muchas horas, otpé por la opción de BlaBlaCar con más frecuencia que antes. Y se ha convertido en un termómetro interesante -o mejor dicho, preocupante- de cómo se ve a los perros en España. ¿Por qué? Pues porque la abrumadora mayoría de conductores no quiere canes en su coche. Da igual cómo sea el perro, pequeño, grande, peludo o pelón, nervioso o tranquilo: casi todos los que eligen compartir su vehículo prefieren que no suba ningún perro.
Es decir, si necesitas viajar un día concreto o si tienes un perro de más de 10kg -el tope permitido para subir en los trenes de larga distancia de Renfe- es ciertamente complicado poder moverte con tu can por España, incluso en coches privados donde las normas las pone cada uno.
En pocos trayectos, Tía aprendió a ir tranquila en coche: va a mi lado, con el arnés enganchado al cinturón de seguridad (compro dos plazas, una para ella y otra para mí) y curiosea o se duerme.
En los muchos viajes que hemos hecho no ha dicho ni un GUAU. Incluso en un viaje infernal que incluyó una rueda pinchada, poco aire acondicionado y varias horas más de lo previsto gracias a la gran pericia de la conductora (gracias, Blablacar por esa experiencia memorable, por cierto)
El caso, Tía no molesta, no ensucia (llevo una manta para poner sobre el asiento) y paga como si fuera un humano más sin siquiera llevar equipaje porque yo reservo dos plazas.
Pero todo eso da igual porque Tía -y todos los demás perros- no son, por regla general, aceptados en los coches compartidos.
Por mucho que en las redes sociales utilicen la imagen de algún can, Blablacar es todo menos petfriendly.