En este simpático y más bien loquito corto animado de Patrick Schoenmaker un can se convierte, inesperadamente, en el catalizador romántico de una pareja, un matrimonio que se ha instalado en la rutina aburrida y, sobre todo, limpia, muy limpia. Todo está reluciente y ordenado en su casa, no hay ni un pelo fuera de sitio, ni una mota de polvo y menos aún barro... vamos que el pobre perro de este matrimonio no puede nunca disfrutar como los perros, es como si fuera un florero o un peluche... Él, claro, tiene alguna que otra idea al respecto :-)
Entonces, un día abre la ventana y así se cuela una pulga en su casa y comienza la gran fiesta, ya lo veréis.
Y es que cuando dejamos a los perros ser perros puede que se manchen, puede que nos manchen, que se vuelvan un poco loquitos, pero al final es complicado no contagiarse de la felicidad de un perro feliz, ¿no?
Pues eso, contagiémonos de su energía positivay seamos todos un poco más perros, que nos irá mejor.