Las casas de acogida obran pequeños grandes milagros en todo el mundo. Si no hubiera tantas personas solidarias que eligen cuidar temporalmente de perros, las protectoras estarían aún más desbordadas de lo que ya están. En las casas de acogida, muchos perros directamente aprenden a ser perros, descubren que hay humanos buenos, socializan, se relajan, olvidan el fío y el estrés que de los cheniles o el miedo y el hambre que pasaron en la calle...
En el caso de Willie, este jovenzuelo ha aprendido a entrar en una casa, antes le daba pánico cruzar cualquier puerta, también a subir y bajar escaleras, a jugar y corretear, sobre todo, ha aprendido a ser feliz y a siestear bien acompañado en el sofá.
Willie claramente nunca antes había vivido en una casa y le daba miedo todo... bueno, todo no, él tenía muchas ganas de estar pegado a su amigo perro, Carlo, el can de la casa. Ha sido en gran medida gracias a Carlo que Willie ha florecido y mejorado a marchas forzadas hasta ¡poder ser adoptado!
La buena noticia adicional es que su nueva familia está a dos pasos así que seguro que puede volver a encontrarse con Carlo para jugar y disfrutar juntos.
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