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La (preciosa) historia de amor perruno tras un bello tatuaje: la historia de Dogma y Celia

Celia Calderón
La (preciosa) historia de amor perruno tras un bello tatuaje: la historia de Dogma y Celia

Última actualización del articulo el día 25/04/2022

Dogma lleva prácticamente toda su vida al lado de Celia, enfermera y también Técnico en Intervenciones Asistidas con Animales: este guapérrimo labrador de 12 años iba para perro guía de la ONCE pero gracias al destino, como veréis, finalmente se convirtió en compañero constante, inspiración y mucho más que eso para su humana, para Celia.

Ambos han ayudado a otras personas, han participado en programas de Intervención Asistida con Dogtor Animal, y también se han ayudado el uno al otro, porque los perros del alma tienen ese superpoder de transformarnos y hacernos ver el mundo de otra manera. Y ahora ese vínculo, esa gran historia de amor perri-humano, está grabada en la piel de Celia.

Esta es la historia que hay tras un tatuaje de trazos sencillos, llamativamente bonito, la historia de cómo un perro se enredó para siempre en el alma de su humana, tal y como nos la ha contado la propia Celia:

"Creo que cada uno de mis tres perros han llegado en un momento de mi vida por y para algo. En concreto Dogma, llegó en un momento personal en el que había perdido mi brújula en varios aspectos.

 

Yo siempre había querido tener perro porque gran parte de mis veranos los pasé viviendo en el pueblo con mis abuelos, y mi abuelo tenía animales en casa, y disfrutaba como una loca con ellos jugando desde que era una niña. Pero hasta un momento concreto, y por diferentes motivos, no había podido darse la circunstancia de compartir mi vida con un animal.

 

El día que nos entregaron a Dogma en la Fundación ONCE del Perro Guia (FOPG), un 22 de Octubre de hace casi 13 años, no me esperaba que fuera a ser así.

Ese día cruzaba los dedos porque yo quería una hembra de Golden, pero nos tocó un macho labrador de 3 Meses y medio que era todo orejas (le colgaban como dos lechugas frescas) y que venía de otra familia.

Os lleváis un “Machazo” nos dijo su entrenador, y según venía correteando por el pasillo, lo vi: ¡¡era enorme!!

Al principio también pensé “Dogma“ jo, qué nombre tan solemne. Nunca la habría puesto a un perro ese nombre. Con el tiempo me di cuenta que hasta en eso era especial.

Nuestra aventura juntos empezó en un momento en el que me vino bien a la larga dejar de “mirarme el ombligo” y empezar a asumir las responsabilidades que implican el cuidado de un cachorro.

 

Reconozco que aunque en ese momento pasaba mucho tiempo en casa, muchas veces, me vi incapaz de cuidar de él de forma adecuada, y me desesperaba.

Era y es mi primer perro, pero se me fueron desmontando las expectativas una a una y poco a poco. Aquí fue cuando Dogma empezó a enseñarme ya grandes lecciones: mantén la paciencia como aliada de vida.

 

El tiempo fue pasando y tras algunos entrenamientos, y estar varios meses separados, no superó su periodo de entrenamiento para perro guía.

Ese primer distanciamiento, contra todo pronóstico, fue mi primer duelo importante. Me di cuenta de que aunque iba a hacer una gran labor con alguien que lo necesitaba más que nosotros, y nuestro cometido era muy altruista, me estaba costando muchísimo emocionalmente separarme de él.

 

Finalmente, regresó a nuestras vidas tras 9 meses sin convivir juntos y lo hizo como un elefante en una cacharrería. Cuando fuimos a recogerle, nos reconoció al instante y se puso como un loco a rodearnos y dar saltos, agitando la cola. Creo que pocas veces he sentido una emoción de felicidad tan grande.

 

A partir de ese reencuentro, me propuse no separarme tanto tiempo de él y sobre todo, comenzar a entenderle mejor -aunque eso creo que Dogma ya lo sabía.

Empezamos a entrenar juntos cosas que nos gustaban y yo personalmente me interese más sobre el lenguaje canino.

Puedo decir a día de hoy que nos conocemos bien los dos, que Dogma es un perro tranquilo, muy comilón, predecible, fiel y que aún no ha perdido la confianza en el ser humano (otra de sus grandes lecciones).

 

Con su edad sigue disfrutando de sus paseos, de sus siestas al sol, de hacer todo a su ritmo, con flow, oler todas las flores del camino y saludar a todo el mundo para recibir caricias en sus cuartos traseros.

Sabe cómo conquistarte con un simple cambio de cejas, pero también de forma involuntaria, lo hace con esa mirada a través de sus dos aceitunas negras que tiene por ojos llenos de luz.

 

En varias ocasiones, ha ayudado incluso a otros perros a encontrar su equilibrio al igual que sin quererlo, me ayudó a mi.

Nunca voy a tener vida suficiente para agradecerle todo lo que me ha regalado, pero sí puedo seguir cuidando de él y queriéndolo como mejor pueda. Ya tiene casi 13 años pero si lo pienso, los 12 de antes han sido los mejores de mi vida.

Para mi más que una puerta, he de decir que Dogma ha supuesto una ventana enorme por la que mirar a otro mundo como es el de las IAA, el de cuidar al otro con su ayuda pero sin pasar nunca por encima…

 

A observar y respetar a los animales de otra forma, dejándolos ser ellos mismos… A saber de verdad lo que significa el bienestar animal, la ternura…

 

A intentar no juzgar… A aprender a MIRAR con mayúsculas… A lo que es querer incondicionalmente… A surfear la vida como venga, aquí y ahora… pero eso si, tengo claro, que siempre con perros.

 

Este tatuaje, realizado por @mimenez a partir de una foto nuestra en el campo, representa esa ventana por la que mirar, a través de sus ojos…

Gracias siempre rubito. Te quiero"

 

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