Ha pasado un año. Hoy hace un año que tuve que despedirme de mi perro, de mi amigo. Del único ser al que he querido y quiero de verdad. Creo que cada día de este año me he acordado de Colega. No hablo de él, normalmente, porque lo que para los demás es un simpático recuerdo pasajero para mí es una manta de tristeza que ahoga. Era mi mundo y ya no está.
Me sigue doliendo su ausencia de manera visceral. Le sigo echando de menos, sus pasos tras de mí, su olor, su mirada confiada y feliz, su paz. Veo sus fotos cada día, aunque a veces no puedo ni mirarlas, y recuerdo su presencia tranquila y disfrutona a mi lado, siempre a mi lado, recuerdo que era mi amigo para todo. Mi amigo, sin más, porque éramos él y yo, aliados para estar mejor juntos que separados.
Un año sin Colega. Mi sombra. Mi cómplice y compañero de trabajo y aventuras y risas. La inspiración para tratar de cambiar un poquito el mundo para los demás perros y el puente hacia muchas charlas, amistades y felicidades.
No hay consuelo ni arcoíris que valga, sólo hay vacío, pena, rabia y también esa culpa que queda incrustada por haber acabado con la vida de un ser que confiaba plenamente en ti. Que dependía de ti.
Es una decisión que rebota una y otra vez en la memoria y en el alma, por más que la lógica te pueda decir que es la acertada. Hay que aprender a vivir con ello.
El tiempo, asumo, es la única tirita que va haciendo que uno sonría en vez de llorar al recordar.
Me gustaría poder compartir algún consejo para ayudar a quien esté en una situación similar pero no sé del todo que decir; yo aún no lo he superado.
Diría que no hay que tener miedo a aceptar que es un duelo profundo y muy real. Cada uno lo afrontará a su manera pero si alguien no lo entiende, quizá no tiene cabida en tu vida.
Diría que esa tristeza inmensa refleja un cariño igual de grande, una relación única. Y eso es importante porque no todo el mundo tiene la fortuna de vivir algo así.
Diría que es normal sentirse culpable pero eso no debe eclipsar las felicidades compartidas.
Diría que tu perro siempre estará contigo, siempre. Porque los perros también nos educan a nosotros y nos cambian.
Diría que todos los que nos comprometemos con un perro tenemos que esforzarnos por ser mejores por ellos y para ellos, de acompañarlos hasta donde lleguen, hasta su final, sin que ellos sepan que es su final.
Meses después, cuando pensé que ya podría afrontar el reto, adopté. A Tía, una perra que es lo opuesto a Colega en todo. En todo, literalmente. Es como si alguien en quien no creo hubiera escuchado mi plegaria. Para lo bueno y para lo malo, Tía es la anti-Colega.
Aunque se la vea feliz en las fotos, porque tiene una clara y enorme capacidad de ser feliz y de disfrutar y de contagiar alegría, hay mucho que no se ve tras esas imágenes: el día a día con el estrés que acarrea y que transmite. Con ella hay pocos paseos tranquilos, no hay día que no tenga que pedir perdón por sus excesos o respirar hondo un par de veces o andar con mil ojos.
Eso sí, le gusta posar, lo ha aprendido a la velocidad de la luz. Aún no somos un equipo, pero estamos en ello.
Poco a poco, es el consejo más frecuente, poco a poco, paciencia… Y así es, hay que tener mucha, una reserva ilimitada de paciencia porque adoptar –o tener perro- no es necesariamente e inmediatamente la panacea: no es un bálsamo ni una muleta. Es una responsabilidad que no siempre es fácil, a veces es todo lo contrario porque algunos canes son más complicados que otros.
El vínculo con un perro rara vez será instantáneo, lo normal es que lleve tiempo y que se vaya asentando sobre muchos momentos felices compartidos.
Obviamente no sirve de nada comparar a un perro con otro pero probablemente es inevitable hacerlo. No pasa nada. Poco a poco.
Si Tía hubiera sido mi primera perra, SrPerro dudosamente existiría. Pero Colega sigue ahí, como mirándome por encima del hombro, en cada una de sus pegatinas, en cada uno de los rastreos recordados, en lugares inesperados. Y por él seguiremos perrunizando, esperando sonreír, esperando ser un nuevo equipo.
Gracias, Coleguilla.
2 agosto 2017
Ocho meses sin mi Romeo. No paso un dia sin acordarme de tí, compañero, sigo oyendo tus ronquidos a mi lado, sigo llorando tu ausencia, sigo añorando tu compañía, mi amigo, mi vida, cómo te echo de menos!! Te quiero y siempre te querré. No te olvidamos, ni te olvidaremos; gracias por los años de felicidad compartida, gracias mi Romeo.
Mi primer perro llego a casa con cuarenta días, cuando yo solo tenía cuatro meses. Nos criamos juntos. Un pastor aleman, bien plantado, muy protector, tranquilo, educado: Tistur... Se fue en el año 94, después de doce años conmigo nosotros. Apareció la maldita displasia que nos obligó a que se fuese antes de tiempo, no lo queríamos ver sufrir ninguno. Hace más de 20 años de ese día de febrero en el que volví a casa y ya no estaba. Me acuerdo de él todos los días. Pero no solo yo, todo el que lo conoció lo recuerda, porque fue un gran perro. Ahora tengo a Buzz conmigo, otro pastor alemán, que me recuerda aún más a Tistur, porque son de carácter parecido. Aunque Buzz sea más torbellino. Con esto te quiero decir, que se aprende a convivir con su ausencia, pero no sé si se llega a superar del todo su pérdida. A mí a veces se me cae una lagrimilla al recordará Tistur, y mira el tiempo que ha pasado. Solo el que ha querido a un perro, y lo ha perdido sabe por lo que estás pasando. Animo. Besos y lametazos perrunos, Zahra y Buzz
Todos/as los que convivimos con animales y los tratamos y sentimos como parte de la familia, algún momento u otro debemos afrontar su pérdida física... Los que estamos en el sector de la veterinaria, los que preparamos la jeringa, los que ponemos el catéter, los que hablamos con los clientes -unos hechos polvo, otros indiferentes-, los que aguantamos, mimamos, pinchamos... los que ponemos el cuerpo dentro de la bolsa, y en el congelador. Ésos son, la mayoría, también familiares de animales. Y a algunos aunque les parezca mecánico, nos duele. Nos duele en el alma, y tenemos que aceptarlo. Que dónde hay vida hay muerte, y que tienen suerte de morir así, plácidamente, sin saber que se van para siempre. Gracias por tus palabras, gracias por tu labor en el mundo del perro urbano, y gracias por ser como eres. Muchos abrazos y por una vida siempre perruna 🐶💖
Va a hacer 5 meses que mi pequeña se fue, y 2 que adoptamos a mi chiquitín. Cada día la recuerdo como a nadie. Para los amantes de nuestros animales es imposible superar esta pérdida, yo creo que nunca lo haré. Pensaba que con mi chiquitín me dolería menos, pero sigo sintiendo mucha pena, mucho desconsuelo, la echo muchísimo de menos. A veces me siento culpable porque quisiera que estuviera conmigo y eso significa que mi pequeño no estaría con nosotros, pero no puedo evitarlo, ha sido media vida a mi lado. Tengo la "suerte" de que se ha ido de viejita y al menos me consuela que ha sido muy feliz a nuestro lado. Nosotros también tuvimos que decidir que dejara de sufrir, llevaba días muy malita y sus 24 horas últimas fueron horribles. Pero no pienso que me tenga que sentir culpable, pienso que lo que hicimos fue un acto de generosidad porque ella dejara de sufrir. Mi chiquitín también es todo lo opuesto a mi pequeña, y es inevitable comparar; estamos acostumbrados a tantas cosas después de tantos años que ahora nos cuesta lo nuevo, si es diferente. Supongo que dentro de muchos meses seguiré sintiendo lo mismo, la seguiré teniendo en foto en mi mesilla, en mi móvil, en mi vida, porque ha sido lo mejor que he tenido en mi vida. He crecido junto a ella y ella junto a mi. 14 años a mi lado son muchos y de eso tengo que estar muy agradecida.
Un fuerte abrazo, no puedo decir nada más, como entiendo lo que dices!
Qué bonita publicación. Yo tengo un caniche de 16 años y me acompaña desde mis 17años con lo que sobra decir lo especial e importante que es para mí y lo mucho que lo quieren la familia y amigos. Hace un año adoptamos una mezcla de caniche para que ésta última etapa sea más llevadera y que nos quede Alma para ayudarnos cuando llegue el temido momento. Se está convirtiendo en una perrita muy especial pero como dices, no se pueden comparar y mi viejito es una parte de mi y yo soy mejor persona gracias a todo lo que me enseña cada día desde hace años. Quédate con las experiencias a su lado y gracias a él mucha gente con perro conocemos lugares geniales donde ir con ellos y muchos de nosotros lo agradecemos y sonreimos al ver la pegatina de tu gran perro. Muchos ánimos.
Ay qué identificada me siento contigo! Yo también tuve a mi Colega (Bruno en mi caso) tranquilo y sonriente. Me despedí de él hace 10 años, y todos los días hay algo que me recuerda a él...por suerte, ya puedo recordarlo con una sonrisa y con mucho agradecimiento por los años estupendos que pasamos juntos. Desde hace 3 años vivo con una Tia (Tina) que adoptamos en una perrera. Vino aterrorizada. Ahora, está mucho mejor....pero el miedo a los humanos, a los otros perros y el estrés siguen ahí... La vida cotidiana es un poco más complicada con ella, pero no cambiaría mi vida con mi loquita peluda por nada :-). Un abrazo m