Un día, Laura Seymour pasó junto a una casa donde, de pronto, se percató que había un gran perro encadenado a un árbol. Se acercó y la perra saltó de alegría y se acercó a la verja, buscando cariño... Laura empezó a llevarle comida y agua, todas las semanas. Nunca vio a nadie acercarse al can, nunca, como si la pobre estuviera abandonada. Cuando llamó a los servicios municipales de protección animal le dijeron que no podían hacer nada: mientras tuviera un refugio (junto al árbol había una caseta) y estuviera alimentada y tuviera agua, no podían intervenir. Pero Laura no podía soportarlo.
Le puso de nombre Takia y siguió yendo a visitarla, para llevarle comida y asegurarse que tenía agua, día tras día. Estaba dispuesta a robar al perro si hacía falta, porque claramente sus "inhumanos" no la querían.
Pero entonces, por suerte, su madre la animó a volver a llamar a los servicios de protección animal y ¡se produjo el milagro! El dueño de la Akita había decidido entregar a la perra así que, por fin, por fin Laura pudo solicitar adoptar a la que, sin duda, era su perra desde hacía ya mucho tiempo.
Así supo también, como veréis en el vídeo, que ella no era la única en alimentar a la perra... otros vecinos preocupados también habían llamado a los servicios de protección animal y se acercaban para intentar cuidar al can.
Desde entonces Takia está, por fin, en familia.Por primera vez en toda su vida -y calculan que tendrá 5 años- la perra ha disfrutado de una NaviDOG como debe de ser, siendo querida y mimada por todos.
