Muchos perros ¿todos? nacen con un talento especial, el de convertirse en los mejores actores del mundo mundial cuando hay comida de por medio. Esos ojos de pena, esa cara de no haberse llevado nada a la boca en un mes... Luego hay canes que están en una liga diferente, son esos que parecen haber entendido que los humanos son débiles, que si pones caritas hasta el hombretón más grande se apiadará de ti pensando que eres un can sin hogar y te dará algo rico de comer... Así es el genial Vato, cuya historia compartimos hoy.
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Vato fue adoptado siendo un cachorrote. Estaba en una perrera de México y tuvo la suerte de encontrar una familia estupenda que no se separa de él.
Vato incluso acompaña a su humano al trabajo, a un Sex Shop que está en Insurgentes, la avenida más larga de Ciudad de México. Allí todos le conocen porque cuando está abierta la puerta suele salir a tomar el sol fuera... pero todo cambió cuando abrieron una pizzería justo al lado.
Una de las trabajadoras del Sex Shop cuenta que Vato se volvió loquito con el aroma de la pizza y las alitas picantes... Y aprendió a sentarse junto a las mesas de la terraza de esa pizzería con ojitos de pena.
Así, bocado a bocado se puso como un trullo, alcanzó los 50kg. Y lo malo fue que el sobrepeso, como puede bien suceder, agravó su artritis incipiente y el pobre Vato, cada vez más gordo, empezó a cojear.
Por eso mismo ahora lleva una chapa al cuello en la que pone "No me des Pizza, gracias".Y gracias a esto -y también a que ahora la pizzería ya no tiene terraza- el can está volviendo a su peso normal.
