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La investigación del sueño en perros revela paralelismos y también diferencias con el sueño en las personas

La investigación del sueño en perros revela paralelismos y también diferencias con el sueño en las personas

Última actualización del articulo el día 14/09/2025

Tras analizar las pocas investigaciones sobre el sueño de los perros existentes, realizadas desde los años 60 hasta 2019, investigadores húngaros han publicado un artículo en el que desglosan todo lo que se sabe sobre esta cuestión, comparándolo con el sueño en las personas y otros mamíferos.

Los perros duermen en promedio unas 10 horas al día, con variaciones amplias (7,7–16 horas). Sus ciclos incluyen fases claras de sueño NREM y REM, además de estados intermedios de somnolencia.

Se ha demostrado la existencia de homeostasis: tras la privación de sueño, los perros muestran un incremento compensatorio tanto en la profundidad del sueño como en la proporción de fases REM, un patrón comparable al humano. Esto indica que, aunque con ciertas diferencias endocrinas, el sueño en perros cumple funciones restauradoras y de reorganización cognitiva.

En cuanto a la regulación circadiana, los perros muestran mayor inactividad entre la noche y primeras horas de la mañana, con siestas breves en la tarde.

A diferencia de humanos, su regulación circadiana es más flexible, lo que les permite adaptarse con relativa facilidad a cambios en los horarios de actividad, como ocurre en perros detectores de drogas que trabajan en turnos de día y de noche. Además, sus ciclos ultradianos de sueño son más cortos (unos 20 minutos) que los de humanos, lo que facilita despertares más frecuentes y un estado de alerta más inmediato tras el sueño.

El entorno físico y social tiene un impacto claro sobre la calidad del sueño canino. Perros que duermen dentro de casa alcanzan porcentajes más altos de sueño estable que aquellos que duermen en exteriores. Además, experiencias previas con carga emocional afectan la arquitectura del sueño: interacciones negativas, como la separación del tutor o un encuentro amenazante, reducen el tiempo hasta la primera fase REM y aumentan la proporción de este tipo de sueño; mientras que experiencias positivas, como juegos o caricias, modifican de otra manera la estructura del descanso. Estos hallazgos reflejan cómo el sueño se entrelaza con la vida social y emocional del perro.

Otro resultado clave es la evidencia de que el sueño favorece la consolidación de la memoria. Estudios con polisomnografía tras sesiones de aprendizaje muestran que los perros presentan cambios en su actividad cerebral (por ejemplo, aumento de ondas delta en NREM y theta en REM), y que su desempeño en tareas de obediencia o comunicación mejora tras periodos de sueño. También se ha descrito la presencia de husos de sueño en perros, eventos eléctricos vinculados a la plasticidad cerebral, lo que refuerza la analogía con los procesos de memoria en humanos.

Y también se han identificado patrones de desarrollo y envejecimiento similares a los humanos. En cachorros, la actividad de ondas lentas alcanza un pico transitorio, como en niños, y se observan husos de sueño tempranamente. Con la edad, los perros muestran deterioro cognitivo asociado a alteraciones en los ritmos de sueño-vigilia, menos REM y más fragmentación, fenómenos que recuerdan al envejecimiento humano.

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