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"Hoy he perdido a un amigo", la historia de Chicote y el voluntario que cambió su vida


Última actualización del articulo el día 11/12/2017

Nos ha escrito un voluntario de ABAM (Associació pel benestar del animals de Montgat) i APROPA'T (Associació protectora pels animals de Tiana) para contarnos una historia repleta de generosidad y cariño perruno, de sonrisas y complicidad, una historia a la vez preciosa y triste, positiva y también dolorosa. Chicote, el protagonista de este relato, es un ser único, igual que la persona que decidió darle una oportunidad y cuidar de él, hasta el final, porque era su amigo, porque se lo había prometido. Pero su gran historia de amistad y generosidad podría -debería- repetirse porque en las perreras y protectoras de toda España hay cientos, miles de perros así, que también querrían encontrar un amigo.


"Chicote era un presa mallorquín que ha pasado toda su vida rebotado de perrera en perrera. Hace 3 meses le diagnosticaron metástasis en estado avanzado y un voluntario (yo en este caso) decidió llevárselo a casa pese a los problemas de ansiedad que tenía el perro y su carácter gruñón. No podía morir solo, no entraba en mi cabeza. Durante estos dos meses le hemos dado amor, ha hecho de todo, ¡ha jugado! -cosa que nunca habíamos visto que hiciera en la prote-, ha visto el mar ... hace una semana murió rodeado de gente que le quería, de voluntarios que quisieron acercarse a despedirlo"

El texto de despedida escrito por este voluntario, un homenaje a una amistad inquebrantable, lo han publicado hace unas horas en el facebook de la protectora que también fue el hogar de Chicote. Merece la pena leerlo con calma:
 

"HOY HE PERDIDO A UN AMIGO

Me equivoqué, o no, quizás no. Cuando entré a colaborar en la protectora me dije a mí mismo que hay lineas que jamás hay que cruzar. Que las líneas que separan la melancolía de la locura son demasiado finas, y esa locura ya la había traspasado dos veces con mis perras. Por ellas hago lo que hago, por ellas necesito hacer lo que hago, porque la vida es demasiado injusta para los que no comprenden pero sufren igual que tú y yo. Me dije que la frontera entre los vínculos emocionales y el trabajo como voluntario jamás debía cruzarse.

Pero ahí estaba yo en mi primer día, y ahí estaba él, tras una reja, observando el mundo, observándome bajo una injusta etiqueta ppp que al final le ha acabado traicionando. Ahí estaba ese personaje de cuatro patas que desde el primer instante me perdonó la vida 4 veces. Ahí estaba Chicote viendo pasar la vida, viendo pasar su vida y las idas y venidas de otros perros que encontraban una familia. Pero él no, callado siempre observaba, destrozaba todo lo que había a su alcance y se pillaba rebotes muy gordos con cualquier cacharro porque la vida le había encerrado entre cuatro rejas. Siempre he pensado que Chicote era un alma libre, esos momentos de ausencia, de mirada distraída, absorto en temas que solo él conocía, eran parte de un plan de fuga, su mente volaba alto, muy alto, porque él había caído muy bajo, a ras de suelo. Y pasaban los años.

Le llamaban el perro autista porque, sentado, observaba el mundo que le rodeaba, sin emociones, sin menear la cola, siempre observaba, parecía controlarlo todo, controlar sus sentimientos como un tío duro con corazón de mantequilla. Quizás por eso me fijé en él, porque era un incomprendido; como yo. Un paria con taras mentales y nulas emociones hacia el ser humano. Pero al igual que a mí la vida me dió segundas oportunidades, y terceras y hasta cuartas, creí que Chicote merecía lo mismo que tuve yo y que tantas veces malbaraté: un oportunidad.

La conexión fue inmediata.

Durante todo un año lo traté como a un hermano, lo traje a casa cuando estuvo enfermo, lo cuidé, pero su carácter topó de frente con el de Lucas y tuvimos que volver a la prote, a su parterre, a su zona de confort, a su ansiedad callada. Pero tú sabes que en aquel momento te hice una promesa: jamás volverás a estar solo. Cada domingo nos íbamos al parque a pasear, de terracitas, de bares, a la montaña, a donde sea, a volar. Porque cuando salías de la prote volabas amigo mío, desplegabas tus alas blancas y te evadías, disfrutabas cada momento, olías la libertad y la amistad, aunque jamás regalaste a nadie un lametón (y sí algún mordisco que otro). Eras un tío duro. Pero por dentro tu y yo sabemos que tu corazón era de mantequilla. Cuando me alejaba un poco me mirabas de reojo, siempre me has mirado de reojo porque en el fondo tu fachada era de cartón amigo mío. Las corazas sirven de poco cuando las lanzas ya las tienes clavadas.

Incluso el día que me llevé a casa a la perra más loca de la protectora, a mi Ramona, a la Ramona que tanto te ha hecho reír estos últimos días, que tanto te ha molestado, que ha roto tus defensas por la mitad, la Ramona que dormía contigo cuando estabas malo, la Ramona que te ha animado a jugar con todo lo que tenías encima, la loca más loca a la que le has permitido de todo, la que por las mañana te pegaba lametones en el morro que despreciabas apartando tu cara de tío duro. Aquél día, también me miraste de reojo. Pero en el fondo yo se que tu indeferencia era de postal, tu gran corazón y tu nobleza siempre te han delatado. Ona la Ramona, que ha compartido instagram contigo y que te ha presentado al mundo, a tantas y tantas personas que han seguido tu historia, que te han querido en la distancia ... y tú sin saberlo.

Chicotrón, como me gustaba llamarte. Chicotrón, amigo mío. Te has ido igual que entraste en mi vida, en silencio. Despacito, tranquilamente, ... hiriendo por dentro que es por donde más duele. Te echo de menos, igual que tú me echabas de menos cuando me iba, cuando escuchabas el motor del coche alejarse de la protectora y ladrabas en desacuerdo, pero mi cabeza no paraba de dar vueltas una y mil veces. Cómo pasarías la noche, si tendrías frío, qué serías capaz de destrozar aquella noche. Cuánto me hiciste reír y cuánto me haces llorar ahora. Y el día que me dijeron que tenías metástasis, que te quedaban semanas de vida. No sabes (o sí lo sabes) lo vacío que quedé por dentro. Una cuenta atrás. Un torbellino de sensaciones, emociones, sentimientos, todo a contrareloj. A traición.

Pero te lo dije, te hice una promesa, ¿recuerdas? nunca más estarás solo. Y Alicia lo entendió igual, y el calentón de cabeza fue mayúsculo. Pero querer es poder, amigo mío, y te trajimos a casa. Con Lucas y Ona, porque a los amigos no se les deja caer en sus horas bajas. Porque a los amigos que tanto dan no se les retira el saludo. Porque los amigos de verdad siempre están ahí. Y si algo he aprendido en mi vida es eso. Quizás por ello tengo tan pocos amigos, porque como tú, soy muy exigente.
Sabíamos a lo que veníamos, a lo que nos exponíamos, que el desenlace estaba escrito, lo duras que se iban a poner las cosas poco a poco. Y mi promesa se tornó un juramento: no morirás solo.

Lo que nos has regalado estos dos meses (y nos daban semanas de vida!) ha sido único. Una experiencia increíble, hermosa, no tengo palabras para describir lo que nos has dado. La alegría con la que jugabas con Ona, tu indiferencia de chulo de barra con Lucas, tus bocados de cocodrilo, tu ... todo. Has visto el mar, has paseado como un perro feliz, has saludado a medio barrio, has ido de terracitas, de merendolas, de bares, has paseado en coche mientras mirabas al infinito por la ventana, ¡hasta has probado la nocilla y las patatas fritas! ... lo hemos dejado todo por ti, hemos dejado de salir a cenar, al cine, a pasear en moto, a quedar con los amigos, la familia, ... porque queríamos que nunca más tuvieras la sensación de estar solo. Porque te lo prometí.

Se que has exprimido cada minuto de tu nueva vida. Por eso estoy feliz. Triste por tu partida, pero feliz. Creo que de nada me he sentido tan orgulloso en mi vida. Y repetiría contigo un millón de veces, porque se que tu indiferencia era tu coraza, porque se que detrás de esa maldita etiqueta ppp se esconde un corazón puro, un ser increíble, un alma libre como no he conocido jamás. Ahora vuelas libre, ni si quiera te quedaste en la despedida, tenías prisa por marchar, lo se, lo siento, pero también se, lo siento, que un día volveremos a cruzarnos y ese día sí me regalarás un abrazo.
Chicote murió arropado por personas que siempre le han querido, voluntarios que se han sacrificado por él cada día, también por voluntarios en la distancia que no podían aceptar el hecho de su partida y no quisieron estar presentes (estas cosas duelen), cientos de personas que a través de internet han seguido su historia, su triste historia, porque los perros de protectora nunca tienen una historia feliz detrás.

Chicote, como le prometí, no ha muerto solo.

Te echaré de menos amigo mío. Gracias al recuerdo ya jamás volverás a ser un perro anónimo, invisble. Lo que hoy es duro aceptar mañana se convertirá en bonitos recuerdos."

 

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