Kari Bastyr es especialista certificada en nutrición animal y consultora en comportamiento canino. Además, entrena perros de asistencia especializados en la detección de gluten. Su propia perra, Birdie, a quien podéis ver en la foto, es toda una experta en ello dado que Bastyr es celiaca.
Y Victoria Stilwell es una conocidísima educadora canina británica que lleva años compartiendo su forma de entender la relación con los perros a través de cursos y programas de TV, ahora también a través de un interesante podcast donde charla con otros profesionales -como, en este caso, Bastyr.
¿Qué es el eje intestino-cerebro? ¿Cómo afecta esto a los perros, desde el punto de vista de la salud pero también del comportamiento?
Sobre este complejo pero interesantísimo tema charlan estas dos expertas. Por eso os lo traducimos y resumimos a continuación, sus reflexiones y consejos pueden ser de utilidad o, cuando menos, hacernos reflexionar sobre la importancia de lo que damos de comer a nuestros canes.
Kari Bastyr explica que su propio diagnóstico con la enfermedad celíaca fue el punto de partida de su investigación sobre la relación entre el intestino y el cerebro.
El “gut-brain axis” (eje intestino-cerebro) es un sistema de comunicación bidireccional entre el tracto gastrointestinal y el sistema nervioso central, mediado por el nervio vago y diversos neurotransmisores.
El tracto digestivo, desde la boca hasta el colon, alberga una gran cantidad de bacterias (el microbioma). Un equilibrio saludable entre bacterias "buenas" y "malas" es vital. La disbiosis es un desequilibrio de estas bacterias.
El microbioma afecta prácticamente a todos los sistemas del cuerpo, incluyendo la función digestiva, la inflamación, la función cognitiva, las alergias y el sistema inmunológico.
Kari explica que, contrariamente a lo que se suele pensar, entre el 80 % y 90 % de los neurotransmisores (como la serotonina y la dopamina) se producen en el intestino, no en el cerebro, lo que explica por qué la ansiedad y el estrés pueden generar síntomas digestivos, tanto en personas como en perros.
Tras ser diagnosticada con celiaquía (sin tener ningún síntoma más allá de migrañas y ansiedad)y eliminar el gluten de su dieta, Kari descubrió que esos síntomas no desaparecían.
Investigando por su cuenta y con apoyo de un médico funcional, aprendió que tenía disbiosis intestinal, que derivó en leaky gut. El síndrome del intestino permeable ocurre cuando las vellosidades del intestino delgado se debilitan y permiten que toxinas pasen al torrente sanguíneo, generando inflamación, deficiencias inmunológicas y síntomas neurológicos.
El interés de Kari por la nutrición canina se intensificó cuando su perra desarrolló una enfermedad muy similar, sospechaba que también presentaba el síndrome del intestion permeable.
Aplicando lo aprendido sobre la salud intestinal humana,logró mejorar el sistema inmune de su perra y prolongar su vida dos años.
Esto la llevó a detectar signos de disbiosis intestinal en muchos perros con los que trabajaba a nivel conductual como educadora canina.
Kari enfatiza la relación directa entre alimentación y comportamiento. Muchos problemas de conducta (especialmente la ansiedad) tienen un componente biológico relacionado con una mala salud intestinal.
Tanto Bastyr como Stilwell aceptan que ahora mismo nos bombardean con informaciones contradictorias sobre cuál es el mejor alimento para los perros. Y Stillwell explica que, en su caso, ofrece una mezcla entre comida comercial y comida cocinada por ella a su perra, porque es viejita.
Recomienda usar una dieta menos procesada, rica en alimentos frescos (verduras, frutas, carnes cocidas o crudas), y hacer cambios según el contexto del tutor (tiempo, presupuesto, nivel de compromiso). Es, evidentemente, un tema muy complejo e incluso controvertido pero ella intenta aplicar lo que ya se recomienda a las personas para tener una alimentación más sana, a la alimentación de los perros.
Un consejo inicial para tutores: empezar con probióticos o toppings frescos como purés de verdura/fruta con caldo de huesos, sardinas o brotes cocidos al vapor.
Probióticos: Kari destaca la importancia de cepas como Bifidobacterium y Lactobacillus, asociadas a la producción de neurotransmisores.
Prebióticos: alimentan a los probióticos.
Postbióticos: alimentos fermentados que apoyan el equilibrio intestinal.
En perros mayores, la diversidad microbiana disminuye, lo que incrementa el riesgo de inflamación, disfunción cognitiva, alergias y enfermedades de la piel.
Kari recomienda mantener el microbioma saludable mediante alimentos frescos y diversidad de nutrientes, y evitar ingredientes ultraprocesados que promueven la inflamación.
Kari menciona estudios en ratones donde se transplantó el microbioma de ratones miedosos a ratones seguros, y estos últimos desarrollaron miedo. Esto demuestra que el microbioma influye directamente en el comportamiento. También se señala que los perros, humanos y roedores tienen microbiomas similares, lo que permite extrapolar información entre especies.
Kari entrena perros de alerta médica especializados en detección de gluten. Su perra Birdie, una labradora chocolate, ha sido entrenada para identificar trazas mínimas de gluten en comida, medicamentos y productos como champú.
El entrenamiento incluye: diferenciar “sí tiene gluten” y “no tiene gluten”, Birdie lo indica tocando suavemente la pierna de Kari.
Podéis ver cómo lo hace entrando en su instagram:
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