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Los perros, amigos y compañeros de vida: la historia de Musa, Fiona y María

Los perros, amigos y compañeros de vida: la historia de Musa, Fiona y María

Última actualización del articulo el día 19/10/2016

Fiona & María, junto con el Rey Kumita & Wen, Laura & Nora, fueron nuestros guías y anfitriones cuando anduvimos de rastreo por Vigo hace unos meses. Compartimos paseos por rutas súper chulas y pude ver a la imparable y linda Fiona en acción. Su historia es una historia feliz gracias a la paciencia y el saber hacer de María: la energía alocada de Fiona podría haber desesperado a alguien que no fuera tan perruno. O a alguien que hubiera apostado por algún cesarmillánliderdelamanada de la vida... Sin María, Fiona no sería la perra (igual de alocada) pero más equilibrada que es hoy. Esta es su historia, y también la historia de los canes que forman parte de la vida de María...

"Yo también compré un perro. Fue hace lustros, cuando aún no había redes sociales, casi ni internet, y desconocía la cantidad de ellos que se abandonan a diario en nuestro entorno.

Mi madre insinuó que podría permitir la entrada en casa de un schnauzer, porque tenía buenas referencias de la raza, y me faltó tiempo para encontrar un criador (responsable) y conseguir un adorable cachorro sal y pimienta.

Debía darme prisa antes de que se arrepintiera porque, a pesar de que en casa éramos tres contra una, siempre ganaba ella. O casi, porque en una ocasión anterior habíamos conseguido "colarle" un chucho del que aprendí que la vida con perro merece mucho más la pena.

Después vino Musa. Nuestra historia comenzó con su mirada de angustia tras los barrotes de la jaula en la protectora y aquella perra, a la que nunca debería haber elegido de seguir las recomendaciones de algunos libros que han caído en mis manos más tarde, se convirtió en mi gran amiga y compañera de vida.

Hay gente que se escandaliza cuando digo que el dolor que sentí por su pérdida fue similar al de la muerte de familiares muy, muy cercanos, algunos incluso intentan convencerme de que eso no es posible...

La experiencia es muy dura y cómo afrontarla depende de cada uno, de nuestro momento vital o, como me pasó a mí, de que un buen día veas una foto que te pone la cabeza del revés, sin pararte a pensar demasiado en lo que puede venir a continuación.

Y así fue que me lié la manta a la cabeza y me fui desde Galicia a Valladolid con Wen y el Rey Kumita a recoger a Fiona. Una protectora se había hecho cargo de la madre, preñada y abandonada junto a una carretera, y de la nobleza en la mirada de aquella perra no podía salir nada que no fuera bueno.

No me equivoqué, Fiona es uno de los animales con mejor carácter que he conocido; es sociable, alegre y desprende buen rollo por donde pasa, aunque su sangre de cazadora nos ha complicado la vida durante una buena temporada.

"Esta perra es de pluma", nos dicen por la calle, "tenéis que llevarla al monte".

Lo que no nos contó nadie es que, por muchas horas de monte o de playa que le demos, su energía y su capacidad física parecen no tener límite; pero la nuestra sí y también la paciencia que tratábamos de tener con ella.

Llegados a este punto decidimos contactar con un educador, aunque tuvimos que probar con varios hasta encontrar a alguien que nos dio lo que necesitábamos.

Aprendimos a entenderla, a darle lo que requiere su condición de perra inagotable, y el vínculo con ella mejoró de tal modo que todavía nos asombramos al recordar lo que fue y ser conscientes de los progresos que hemos hecho con constancia y un trabajo que, al final, se ha convertido en juego y buenos ratos.

Ahora tenemos una perra de caza que, a sus casi dos años y medio, está aprendiendo a controlar su energía, sabe gestionar la frustración y responde a la llamada razonablemente bien, aunque todavía es muy joven y tenemos que seguir ayudándola a construir ese buenísimo carácter que tiene.

Ava, nuestra gata, también ha agradecido el esfuerzo: la quiere mucho más que antes, juntas nos regalan ratos de divertidas persecuciones y juegos y forman un dúo muy compenetrado para hacer gamberradas en nuestra ausencia.

Si empezamos a desterrar frases como "es que mi perro es así", "tiene su carácter" o "a un perro lo educa cualquiera", aceptamos nuestras limitaciones y acudimos a un buen profesional, la convivencia con nuestros perros mejorará de manera significativay contribuiremos a aumentar su aceptación social y la normalización de su presencia en lugares en los que están vetados con demasiada frecuencia."