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Los efectos de la "mascotificación": lo que los perros de casa podrían envidiar de los perros de la calle

Los efectos de la

Última actualización del articulo el día 16/05/2022

Una vez que los perros se convirtieron en compañeros de los humanos pasaron miles de años junto a nosotros pero libres. Recibían comida, sí, pero iban y venían a su aire. Y así es como, aún hoy en día, viven muchos canes en las calles de ciudades en todo el mundo: en Estambul, por ejemplo, se calcula que hay más de 100.000 perros sin dueño que reciben cuidados veterinarios y alimentos. Algunos incluso aprenden a usar el transporte urbano, como el famoso Boji.

¿Viven peor que los perros domésticos? Es lo que han analizado un grupo de investigadores de las universidades de Melbourne, Copenhague y Texas, comparado el bienestar de los perros de compañía con el de lo que ellos denominan "perros de pueblo"para así evaluar los efectos y consecuencias de la "mascotificación".

Su exhaustivo repaso a todos los estudios existentes ofrece información muy interesante que quizá a algunos les resultará contraintuitiva: como le han explicado a Mark Bekoff, los perros domésticos pagan un precio por estar a nuestro lado y es nuestra obligación -cuando elegimos convivir con ellos- esforzarnos por garantizar su bienestar. Por eso mismo su consejo es claro: no todo el mundo puede permitirse convivir con un perro.

Comparado con el típico "perro de pueblo" (lo traducimos como perro de la calle porque nos parece que así se entiende mejor el concepto), el típico perro de compañía moderno suburbano o urbano experimenta un nivel de bienestar superior en cuanto a seguridad, satisfacción de las necesidades nutricionales y atención veterinaria adecuada.

Esto se traduce en que la esperanza de vida media de los perros de compañía de todas las razas es superior a los diez años, mientras que es aproximadamente un tercio de la del típico perro de la calle.

No todo es positivo, sin embargo: los perros de casa a menudo experimentan un bienestar deficiente en otros sentidos. Sufren obesidad, enfermedades relacionadas con la reproducción, soledad, ansiedad por separación, comportamientos agresivos...

Los perros de la calle se crían en camadas de unos 6 cachorros, están bien socializados con sus congéneres y, como adultos, suelen deambular solos o en pequeños grupos de 2 a 3 perros. Compiten por los recursos alimentarios con otros perros o animales. Sus experiencias con los humanos y su socialización puede variar drásticamente: los perros menos socializados en Etiopía huirán cuando se les acerque un extraño y hasta los perros de la calle bien socializados en México no se acercarán cuando los llame un humano desconocido.

Estos hallazgos indican que los perros de la calle están adaptados a la cultura humana específica a la que pertenecen y a los humanos individuales con los que interactúan, mientras que al mismo tiempo viven una vida que no depende totalmente de los humanos.

Tienen buenas oportunidades para una socialización adecuada con sus congéneres: están cerca de otros perros la mayor parte del tiempo pero pueden retirarse cuando así lo prefieren. Son libres de elegir cuándo y con quién interactuar y no dependen de los humanos para satisfacer sus necesidades sociales. El resultado es que exhiben niveles relativamente bajos de agresión intraespecífica.

Por el contrario, la vida social de los perros de compañía está por completo controlada por sus humanos que son los que deciden cuánta interacción social pueden tener y también cómo y con quién podrán socializar. Cuando no se gestiona adecuadamente surgen problemas de la agresión intraespecífica: es el problema más común entre los perros domésticos en comparación con lo que se ha encontrado en los perros de la calle. Además del riesgo de lesiones y la experiencia subjetiva intrínsecamente negativa para el perro, la agresión también se considera uno de los problemas de comportamiento más graves, que a menudo resulta en el abandono o sacrificio de los canes.

Pretendemos que manejen largos períodos de aislamiento social y que se comporten de manera “civilizada” al interactuar con sus congéneres pero, con frecuencia, no les ofrecemos las herramientas o la socialización adecuadas. Las demandas sociales poco realistas de las personas pueden contribuir a la ansiedad, la depresión o la agresión, explican los investigadores.

Esa es la clave y la propuesta tras este análisis: comparar la existencia -y el bienestar- de los perros de la calle y los perros de casa sirve para indicarnos cómo podemos mejorar el bienestar de los canes que están a nuestro lado. Es nuestra responsabilidad hacerlo.

La prevalencia de problemas relacionados con la separación se encuentra entre el 5 % y el 30 % de todos los perros de compañía pero lo más probable, opinan los investigadores, es que esas cifras se queden cortas porque, lógicamente, ese malestar lo muestran los canes cuando están solos y muchos de ellos no dejan ningún rastro (es decir, no ladran, no rompen nada, etc.).

En este sentido, las expectativas que tiene el tutor del can sobre las necesidades sociales de los perros son la clave.

Muchos perros no prosperarán si se les deja solos durante muchas horas y, en consecuencia, algunos estilos de vida y de trabajo no son adecuados para tener perro. 

Las personas deberían ayudarles a aprender a estar solos, de manera gradual, evitando grandes cambios repentinos en el tiempo que han de pasar sin ninguna compañía. Y también han de mantener al can estimulado física y mentalmente.

Para los problemas relacionados con la agresión lo que entra en juego son las expectativas sobre los límites sociales de los perros, según los investigadores.

Los perros son animales sociales y dependen de la interacción social para un buen bienestar. Pero no todos los perros tienen el mismo nivel de sociabilidad: permitir que los perros menos sociales se acerquen más lentamente o se retiren de la interacción con los humanos o sus congéneres reduce la necesidad de que estos perros muestren un comportamiento agresivo.

Además, se debe dar mayor consideración a la calidad en lugar de la cantidad de experiencias de socialización, lo que permite que los cachorros formen asociaciones positivas para la interacción con humanos y congéneres.

Finalmente, no todas las formas de interacción son intrínsecamente agradables para los perros (por ejemplo, abrazarlos o molestarlos cuando están comiendo), y es la responsabilidad de las personas ayudar a sus perros a evitar tales situaciones o enseñarles cómo manejarlas en una manera apropiada. Lo contrario genera problemas de bienestar serios para los perros y puede traducirse en incidentes graves.

Es, de nuevo, el consejo de los investigadores: si las personas que eligen tener perro tienen expectativas más realistas sobre las necesidades y los límites sociales de sus canes, esto puede ayudar a prevenir y reducir algunas formas de problemas de comportamiento y, por lo tanto, mejorar el bienestar de los perros de compañía.

En esencia, para convivir con un perro es primordial informarse bien previamente sobre lo que necesitan los canes y valorar si estamos en condiciones de garantizar que ese perro será un perro feliz. Porque tener perro no es una obligación, es una responsabilidad.

 

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