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Las felicidades de una perra en su primera casa de acogida: la cama, los huesos, el cariño...

Las felicidades de una perra en su primera casa de acogida: la cama, los huesos, el cariño...

Última actualización del articulo el día 06/06/2020

La labor que hacen todas las personas que se convierten en casa de acogida para perros es impresionante. Si ellos no abrieran sus hogares a los perros (y gatos) que lo necesitan, las protectoras no podrían sacar adelante a tantísimos animales ysu sino sería otro, mucho más triste. No solo logran que esten a salvo sino que en muchas ocasiones educan y socializan a los canes para que tengan muchas más opciones de ser adoptados después, les dan su cariño de forma desinteresada y luego tienen que tener la generosidad de verles partir y volver a empezar...

Canes que pasaban sus horas desolados y tristes en algún chenil en pocos días se muestran felices, mueven el rabillo y reparten besos... como Lana, "la perra más triste del mundo" y tantos otros perros. La transformación una vez que un perro sale de la perrera puede ser radical, lo saben los voluntarios que pasean o sacan fotos a los canes que están a la espera de encontrar un hogar

Esta es Millie, una perra que fue rescatada: había parido muchas camadas de cachorros y no parecía haber recibido demasiada atención veterinaria. Probablemente la usaron para críar de forma indiscriminada y estuvo encerrada en algún tipo de jaula.

Millie, cuentan en el Huffington Post, llegó a la protectora Pibbles & More y pronto fue a una casa de acogida. Allí fue donde descubrió el placer de "dormir" en una cama... Digamos que primero experimentó el placer de estar en una cama, lo de dormir llegó después :-)

Millie, que tiene siete años, es todo amor y energía. En su casa de acogida comenzó la felicidad y después, aún mejores noticias, fue adoptada.

Pero si ha encontrado un nuevo hogar es, en parte, gracias a la transición de pasar tiempo con humanos, en casa, haciendo el ganso (o el perro, ejem). Allí ha descubierto el mundo de las chuches y los huesos (al principio no sabía que hacer con ellos, explica Jill, los olisqueaba y los dejaba... hasta que vió a un compi perruno empezar a mordisquear un hueso y, zas, ella también entendió cómo atacar el suyo).

Una perra que nunca antes había recibido ni cariño, ni cuidados ha podido adaptarse e ir mostrando su verdadera personalidad: Jill, su familia de acogida, fue la encargada de ir haciendo el trabajo clave de educarla y lograr que, con paciencia, se acostumbrara a controlar su energía y perdiera sus recelos hacia otros perros.

La reacción de Millie al subir a una cama humana me recordó otros dos vídeos, el de esta perra que había sido rescatada de una granja de cachorros cuando, por primera vez, tuvo su propia cama:

Y el de Frank, el salchicha más feliz del mundo mundial :-)

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