Peaches conoció a Williow cuando la niña nació y desde ese momento su amistad empezó a crecer y a afianzarse: ahora la perra, que es santa, no se separa de su pequeña humana, aguanta sus achuchones estoicamente y es feliz de compartir meriendas y juegos y siestas con Willow.
Sus risas, su complicidad y su felicidad son contagiosas y mejoran el día a cualquiera. Si queréis comprobarlo, mirad estos momentazos: